Chavismo, consumismo… ¿Socialismo del siglo XXI?
Joel Sangronis Padrón* / Soberania.org - 30/05/08
“El capitalismo consume trabajo y riquezas haciéndonos consumir efímeras ilusiones en forma de objetos o sueños. Extraña paradoja esta la de consumidores que son consumidos cuando creen consumir”
Joaquín Araujo“La producción en exceso de mercancías útiles conduce a la creación en exceso de personas inútiles”
Carlos Marx
Se ha convertido en una rutina, al iniciar las actividades en mis cátedras universitarias, el colocar un viejo y anticuado, pero aún funcional, teléfono celular de segunda generación (popularmente conocidos como bloques o raspahielo) en un lugar perfectamente visible de mi escritorio.
Los jóvenes participantes (pertenecientes en un mayoritario porcentaje a la clase más desposeída de la sociedad venezolana y que contradictoriamente con las limitaciones económicas que soportan en su vida cotidiana ostentan teléfonos celulares de elevado precio) no tardan en responder a la provocación, primero con risitas, comentarios y cuchicheos por lo bajo y posteriormente en forma más directa, interrogándome con cierto aire de condescendencia y de vergüenza ajena, sobre las causas y el porqué (para la mayoría de ellos incomprensible) un profesor que parece serio, alguien que a simple vista transmite una imagen de normalidad, de cierta solvencia económica, pueda utilizar públicamente un aparato tan obsoleto y pasado de moda.
A partir de las bromas y preguntas, y como consecuencia de éstas, comenzamos largas discusiones sobre el valor de uso y el valor de cambio de las cosas en la sociedad capitalista, de la cosificación de la existencia humana, de los aparatos ideológicos y de la publicidad como instrumentos de control social, del fetichismo de las mercancías, del consumismo como ideología del modelo capitalista y de las consecuencias para la vida en la Tierra de un sistema de organización económica y social que es en su propia naturaleza insostenible, derrochador, segregacionista, excluyente y depredador.
Traigo esto a colación como indicador de que, hoy en día, buena parte de la población venezolana (y mundial) atesora como valores de su existencia los principios de la sociedad consumista, del tener en vez del ser como verbo esencial de la vida, de la moda y el estilo de vida mediático como formas de aceptación y superación social, del consumo como nueva religión y de los medios de transmisión masiva de información como sacerdotes y oficiantes de ésta.
En nuestro actual modelo social la valoración social del individuo viene dada en buena parte por su capacidad de consumo y por la ostentación que hace de ese consumo frente a sus semejantes.
La alienación consumista viene a ser el traslado en la psiquis individual del valor de uso de las cosas al valor de cambio (valor que en mis clases y con fines esclarecedores y didácticos gusto también en llamar valor de representación social).
El fenómeno del consumismo no se da, como podría esperarse, únicamente entre sectores acomodados o de ingresos fijos en la sociedad, por el contrario, esta forma de alienación se va notando con mayor fortaleza en la medida en que se analiza y estudia a los estratos más económicamente deprimidos de la población.
Toda dominación requiere de una determinada visión del mundo, de una ideología que establezca las reglas y mantenga el orden que esas reglas proponen; en la sociedad de consumo capitalista esas reglas son diseñadas en los centros de poder mundial e instrumentalizadas en las sociedades dependientes por las oligarquías y clases dominantes criollas a través de sus medios de transmisión masiva de información.
El consumismo como ideología ha sido la base de sustentación del proyecto capitalista de expansión mundial bautizado por sus propulsores como globalización, denominación esta también convertida por los medios de transmisión de información en mercancía de consumo.
El consumismo es una ideología en el sentido gramsciano del término, pues es necesaria para la existencia misma del orden estructural capitalista contemporáneo. Desde la década de 1.950 el complejo industrial-militar-financiero de los EEUU comenzó un proceso inédito de expansión a nivel mundial. Las grandes corporaciones transnacionales, punta de lanza de este proceso, necesitaban de un instrumento de penetración ideológica que diseminara y sembrara profundamente en las masas humanas a nivel mundial la ideología del consumo a gran escala que les permitiera sostener artificialmente la demanda de sus productos (fabricados a un ritmo cada vez mayor debido a los adelantos tecnológicos) y la aceptación de la lógica y las estructuras del sistema capitalista como algo normal y natural en la vida: El modo de producción-reproducción de la civilización capitalista, para expresarlo en palabras de Inmanuel Wallerstein.
La ideología consumista ha funcionado desde entonces como el gran instrumento de control social del modelo neoliberal capitalista, prometiéndole a las masas el paraíso de la utopía capitalista: El “american way of life”, el sueño del consumo infinito que tiene a los centros comerciales, los “malls”, como nuevas Mecas a donde peregrinar cotidianamente en busca de la belleza, la paz y la felicidad.
Como en su momento lo señalara Ludovico Silva, la ideología debe ser entendida: “no como un sistema de representaciones concientes sino como un sistema preconciente de representaciones que apoyan y justifican al sistema social dominante en la mente del portador de la ideología. La persona se convierte al consumir el discurso publicitario en productor de plusvalía ideológica, productor de adhesión no conciente al sistema y, por tanto, de justificación, apoyo y defensa del mismo”.
Al comenzar a pagar la inmensa deuda histórico-social que tenía (y aún tiene) el estado venezolano con las mayorías excluidas de este pueblo, es decir, al mejorar significativamente los ingresos promedio que reciben los miembros de la sociedad venezolana (salario mínimo más alto de toda Latinoamérica) sin que esta mejora haya ido acompañada de un sostenido y sistemático proceso de formación ideológica y concientización, el proceso bolivariano involuntariamente se ha colocado en una contradictoria situación: dentro de la lógica consumista mientras más ingresos se obtienen más deseos se sienten de gastar, de consumir, y mientras la persona más consume más se identifica con los valores y principios de dicho sistema: individualismo, egoísmo, ausencia de solidaridad, todas características antagónicas a los principios del socialismo; aquí hay que acotar que según la ley de Engel (del economista alemán Ernst Engel 1821-1896) en la sociedad capitalista a medida que aumenta la renta de una persona o grupo familiar ésta pasa a satisfacer las necesidades socio psicológicas (modas, lujos, etc) antes que las necesidades existenciales (alimentos, vivienda, educación).
El elemento esencial de la carga ideológica del modelo neoliberal consumista estriba en que la persona no sólo consume lo que le es esencial para vivir (comida, vestido, comunicación, educación) sino que principalmente consume objetos, cosas banales, frívolas y en la mayoría de los casos, inservibles y superfluas, casi siempre a costa de dejar de consumir lo que le es necesario para vivir.
A través de la publicidad se manipula y controla el mundo de los deseos, mundo en el que el Estado no tiene competencia, dictando modas, creando y fijando patrones de conducta y consumo cada vez más irracionales, estigmatizando y segregando socialmente a quien se niega a caer o seguir en ese juego; refinando y reforzando cada vez más las técnicas de manipulación, alienación y disociación de la realidad.
El consumo de bienes necesarios para la vida tiene unos límites físicos y objetivos por lo que en consecuencia tiene un punto de saturación (usted come sólo mientras tiene hambre), pero el consumo de bienes que implican “estatus” o posición o nicho social nunca puede ser satisfecha porque la publicidad jamás deja de crear e insertar nuevas necesidades en la psiquis individual y colectiva de los miembros de la sociedad por lo que nos encontramos ante la absurda situación de un mundo con recursos limitados que funciona bajo un sistema que consume esos recursos en forma ilimitada.
Es ilusorio creer que con el simple suministro de bienes y mercancías (vehículos populares, computadoras bolivarianas, celulares de bajo costo, créditos solidarios) las personas nacidas, formadas y adoctrinadas en la ideología consumista del modelo neoliberal capitalista van a sentirse felices y satisfechas porque como dice Ramón Folch en su Diccionario de Socioecología: “en la lógica del consumismo la felicidad –no hay más que ver los anuncios- sólo se alcanza poseyendo cada vez más. Lo importante es lo que todavía no se tiene…”
Hay que señalar que la oligarquía no encuentra en el consumo una forma de satisfacción o refuerzo social (este grupo generalmente tiene clara y definida su conciencia de clase) mientras que los verdaderamente marginales nada tienen que consumir. Pero la clase media (esa misma clase que Chávez augura para toda la población venezolana) es el sujeto y víctima ideal de la manipulación. Años de bombardeo mediático han hecho que la clase media se comporte como una clase “reflejo” de la oligarquía a pesar de que los gobiernos representantes de esa misma oligarquía la llevaron a la depauperización extrema en las décadas de los 80 y 90.
Esta situación ha llevado a que buena parte de la clase media venezolana, posiblemente el segmento de la población que más se ha beneficiado del reformismo redistributivo del gobierno del Presidente Chávez, y la que hoy en día consume como nunca (sólo hay que asomarse a la calle para ver las interminables colas de vehículos último modelo, o los superatestados centros comerciales o las cifras de venta de rubros tales como whisky escocés, televisores de plasma o celulares de última generación) sea a su vez el sector que lo adversa y detesta con mayor virulencia. La clase media más que una categoría económica es una categoría ideológica; es el sector de la población más alienado por el discurso mediático. Se identifica profundamente con los valores de la oligarquía, los que asume como propios, y rechaza visceralmente toda aproximación o referencia a los sectores marginados a los que tiende a ignorar o hasta negar su derecho a la existencia, por lo que términos como socialismo, comunidad, pueblo o “chavismo”, (denominación que en este proceso ha venido a entenderse como sinónimo de los anteriores), le genera hostilidad e inseguridad.
La oligarquía ha convertido la manipulación del inconciente colectivo en uno de los pilares (posiblemente el más importante) de su política de dominación y control global.
Un objetivo básico del marxismo, a la vez que uno de sus métodos de lucha, es el de hacer conciente lo inconciente, evidente lo oculto, dentro del orden social, justo lo opuesto de lo que pretende el fascismo y la ideología burguesa, por lo que es perentorio incluir en el debate sobre la construcción del socialismo del siglo XXI el consumismo como contradicción dentro del proceso bolivariano.
La enorme mayoría de los actores políticos de la revolución bolivariana (con la excepción de Chávez, hay que decirlo) ha venido a cuestionar en la teoría, más no en la práctica, el orden neoliberal consumista del capitalismo.
Una revolución y un socialismo del siglo XXI en los que la hegemonía y valores del modelo neoliberal consumista no sólo no han sido desmontados sino que por el contrario se aspira a democratizarlos con lo absurdo y demagógico que conlleva dicha oferta es una contradicción que los venezolanos debemos resolver cuanto antes si aspiramos a la pervivencia de nuestro proceso y, por ende, a la construcción de un mundo y sociedad mejor.
[*] Joel Sangronis Padrón / Ecologista y Profesor de la Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt (UNERMB) - Cabimas, Edo. Zulia / E-mail: Joelsanp02@yahoo.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario