miércoles, 17 de diciembre de 2008

Chavismo, Consumismo.......¿Socialismo del Siglo XXI?


Chavismo, consumismo… ¿Socialismo del siglo XXI?
Joel Sangronis Padrón* / Soberania.org - 30/05/08


“El capitalismo consume trabajo y riquezas haciéndonos consumir efímeras ilusiones en forma de objetos o sueños. Extraña paradoja esta la de consumidores que son consumidos cuando creen consumir”


Joaquín Araujo

“La producción en exceso de mercancías útiles conduce a la creación en exceso de personas inútiles”

Carlos Marx



Se ha convertido en una rutina, al iniciar las actividades en mis cátedras universitarias, el colocar un viejo y anticuado, pero aún funcional, teléfono celular de segunda generación (popularmente conocidos como bloques o raspahielo) en un lugar perfectamente visible de mi escritorio.

Los jóvenes participantes (pertenecientes en un mayoritario porcentaje a la clase más desposeída de la sociedad venezolana y que contradictoriamente con las limitaciones económicas que soportan en su vida cotidiana ostentan teléfonos celulares de elevado precio) no tardan en responder a la provocación, primero con risitas, comentarios y cuchicheos por lo bajo y posteriormente en forma más directa, interrogándome con cierto aire de condescendencia y de vergüenza ajena, sobre las causas y el porqué (para la mayoría de ellos incomprensible) un profesor que parece serio, alguien que a simple vista transmite una imagen de normalidad, de cierta solvencia económica, pueda utilizar públicamente un aparato tan obsoleto y pasado de moda.


A partir de las bromas y preguntas, y como consecuencia de éstas, comenzamos largas discusiones sobre el valor de uso y el valor de cambio de las cosas en la sociedad capitalista, de la cosificación de la existencia humana, de los aparatos ideológicos y de la publicidad como instrumentos de control social, del fetichismo de las mercancías, del consumismo como ideología del modelo capitalista y de las consecuencias para la vida en la Tierra de un sistema de organización económica y social que es en su propia naturaleza insostenible, derrochador, segregacionista, excluyente y depredador.

Traigo esto a colación como indicador de que, hoy en día, buena parte de la población venezolana (y mundial) atesora como valores de su existencia los principios de la sociedad consumista, del tener en vez del ser como verbo esencial de la vida, de la moda y el estilo de vida mediático como formas de aceptación y superación social, del consumo como nueva religión y de los medios de transmisión masiva de información como sacerdotes y oficiantes de ésta.

En nuestro actual modelo social la valoración social del individuo viene dada en buena parte por su capacidad de consumo y por la ostentación que hace de ese consumo frente a sus semejantes.

La alienación consumista viene a ser el traslado en la psiquis individual del valor de uso de las cosas al valor de cambio (valor que en mis clases y con fines esclarecedores y didácticos gusto también en llamar valor de representación social).

El fenómeno del consumismo no se da, como podría esperarse, únicamente entre sectores acomodados o de ingresos fijos en la sociedad, por el contrario, esta forma de alienación se va notando con mayor fortaleza en la medida en que se analiza y estudia a los estratos más económicamente deprimidos de la población.

Toda dominación requiere de una determinada visión del mundo, de una ideología que establezca las reglas y mantenga el orden que esas reglas proponen; en la sociedad de consumo capitalista esas reglas son diseñadas en los centros de poder mundial e instrumentalizadas en las sociedades dependientes por las oligarquías y clases dominantes criollas a través de sus medios de transmisión masiva de información.

El consumismo como ideología ha sido la base de sustentación del proyecto capitalista de expansión mundial bautizado por sus propulsores como globalización, denominación esta también convertida por los medios de transmisión de información en mercancía de consumo.

El consumismo es una ideología en el sentido gramsciano del término, pues es necesaria para la existencia misma del orden estructural capitalista contemporáneo. Desde la década de 1.950 el complejo industrial-militar-financiero de los EEUU comenzó un proceso inédito de expansión a nivel mundial. Las grandes corporaciones transnacionales, punta de lanza de este proceso, necesitaban de un instrumento de penetración ideológica que diseminara y sembrara profundamente en las masas humanas a nivel mundial la ideología del consumo a gran escala que les permitiera sostener artificialmente la demanda de sus productos (fabricados a un ritmo cada vez mayor debido a los adelantos tecnológicos) y la aceptación de la lógica y las estructuras del sistema capitalista como algo normal y natural en la vida: El modo de producción-reproducción de la civilización capitalista, para expresarlo en palabras de Inmanuel Wallerstein.

La ideología consumista ha funcionado desde entonces como el gran instrumento de control social del modelo neoliberal capitalista, prometiéndole a las masas el paraíso de la utopía capitalista: El “american way of life”, el sueño del consumo infinito que tiene a los centros comerciales, los “malls”, como nuevas Mecas a donde peregrinar cotidianamente en busca de la belleza, la paz y la felicidad.

Como en su momento lo señalara Ludovico Silva, la ideología debe ser entendida: “no como un sistema de representaciones concientes sino como un sistema preconciente de representaciones que apoyan y justifican al sistema social dominante en la mente del portador de la ideología. La persona se convierte al consumir el discurso publicitario en productor de plusvalía ideológica, productor de adhesión no conciente al sistema y, por tanto, de justificación, apoyo y defensa del mismo”.

Al comenzar a pagar la inmensa deuda histórico-social que tenía (y aún tiene) el estado venezolano con las mayorías excluidas de este pueblo, es decir, al mejorar significativamente los ingresos promedio que reciben los miembros de la sociedad venezolana (salario mínimo más alto de toda Latinoamérica) sin que esta mejora haya ido acompañada de un sostenido y sistemático proceso de formación ideológica y concientización, el proceso bolivariano involuntariamente se ha colocado en una contradictoria situación: dentro de la lógica consumista mientras más ingresos se obtienen más deseos se sienten de gastar, de consumir, y mientras la persona más consume más se identifica con los valores y principios de dicho sistema: individualismo, egoísmo, ausencia de solidaridad, todas características antagónicas a los principios del socialismo; aquí hay que acotar que según la ley de Engel (del economista alemán Ernst Engel 1821-1896) en la sociedad capitalista a medida que aumenta la renta de una persona o grupo familiar ésta pasa a satisfacer las necesidades socio psicológicas (modas, lujos, etc) antes que las necesidades existenciales (alimentos, vivienda, educación).

El elemento esencial de la carga ideológica del modelo neoliberal consumista estriba en que la persona no sólo consume lo que le es esencial para vivir (comida, vestido, comunicación, educación) sino que principalmente consume objetos, cosas banales, frívolas y en la mayoría de los casos, inservibles y superfluas, casi siempre a costa de dejar de consumir lo que le es necesario para vivir.

A través de la publicidad se manipula y controla el mundo de los deseos, mundo en el que el Estado no tiene competencia, dictando modas, creando y fijando patrones de conducta y consumo cada vez más irracionales, estigmatizando y segregando socialmente a quien se niega a caer o seguir en ese juego; refinando y reforzando cada vez más las técnicas de manipulación, alienación y disociación de la realidad.

El consumo de bienes necesarios para la vida tiene unos límites físicos y objetivos por lo que en consecuencia tiene un punto de saturación (usted come sólo mientras tiene hambre), pero el consumo de bienes que implican “estatus” o posición o nicho social nunca puede ser satisfecha porque la publicidad jamás deja de crear e insertar nuevas necesidades en la psiquis individual y colectiva de los miembros de la sociedad por lo que nos encontramos ante la absurda situación de un mundo con recursos limitados que funciona bajo un sistema que consume esos recursos en forma ilimitada.

Es ilusorio creer que con el simple suministro de bienes y mercancías (vehículos populares, computadoras bolivarianas, celulares de bajo costo, créditos solidarios) las personas nacidas, formadas y adoctrinadas en la ideología consumista del modelo neoliberal capitalista van a sentirse felices y satisfechas porque como dice Ramón Folch en su Diccionario de Socioecología: “en la lógica del consumismo la felicidad –no hay más que ver los anuncios- sólo se alcanza poseyendo cada vez más. Lo importante es lo que todavía no se tiene…”

Hay que señalar que la oligarquía no encuentra en el consumo una forma de satisfacción o refuerzo social (este grupo generalmente tiene clara y definida su conciencia de clase) mientras que los verdaderamente marginales nada tienen que consumir. Pero la clase media (esa misma clase que Chávez augura para toda la población venezolana) es el sujeto y víctima ideal de la manipulación. Años de bombardeo mediático han hecho que la clase media se comporte como una clase “reflejo” de la oligarquía a pesar de que los gobiernos representantes de esa misma oligarquía la llevaron a la depauperización extrema en las décadas de los 80 y 90.

Esta situación ha llevado a que buena parte de la clase media venezolana, posiblemente el segmento de la población que más se ha beneficiado del reformismo redistributivo del gobierno del Presidente Chávez, y la que hoy en día consume como nunca (sólo hay que asomarse a la calle para ver las interminables colas de vehículos último modelo, o los superatestados centros comerciales o las cifras de venta de rubros tales como whisky escocés, televisores de plasma o celulares de última generación) sea a su vez el sector que lo adversa y detesta con mayor virulencia. La clase media más que una categoría económica es una categoría ideológica; es el sector de la población más alienado por el discurso mediático. Se identifica profundamente con los valores de la oligarquía, los que asume como propios, y rechaza visceralmente toda aproximación o referencia a los sectores marginados a los que tiende a ignorar o hasta negar su derecho a la existencia, por lo que términos como socialismo, comunidad, pueblo o “chavismo”, (denominación que en este proceso ha venido a entenderse como sinónimo de los anteriores), le genera hostilidad e inseguridad.

La oligarquía ha convertido la manipulación del inconciente colectivo en uno de los pilares (posiblemente el más importante) de su política de dominación y control global.

Un objetivo básico del marxismo, a la vez que uno de sus métodos de lucha, es el de hacer conciente lo inconciente, evidente lo oculto, dentro del orden social, justo lo opuesto de lo que pretende el fascismo y la ideología burguesa, por lo que es perentorio incluir en el debate sobre la construcción del socialismo del siglo XXI el consumismo como contradicción dentro del proceso bolivariano.

La enorme mayoría de los actores políticos de la revolución bolivariana (con la excepción de Chávez, hay que decirlo) ha venido a cuestionar en la teoría, más no en la práctica, el orden neoliberal consumista del capitalismo.

Una revolución y un socialismo del siglo XXI en los que la hegemonía y valores del modelo neoliberal consumista no sólo no han sido desmontados sino que por el contrario se aspira a democratizarlos con lo absurdo y demagógico que conlleva dicha oferta es una contradicción que los venezolanos debemos resolver cuanto antes si aspiramos a la pervivencia de nuestro proceso y, por ende, a la construcción de un mundo y sociedad mejor.

[*] Joel Sangronis Padrón / Ecologista y Profesor de la Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt (UNERMB) - Cabimas, Edo. Zulia / E-mail: Joelsanp02@yahoo.com

Homo Automoviliensis y Socialismo del Siglo XXI

Homo Automoviliensis y socialismo del siglo XXI
17-12-08, Por Joel Sangronis Padrón

En casi todas las áreas profesionales de nuestro modelo social la competencia profesional se mide en parte por el vehículo que la persona posea. A más nuevo, más lujoso, más costoso, más exclusivo, se entenderá que ese profesional es más brillante, más talentoso, más competente y quizás hasta más probo. Absurda manera esta la de asimilar inteligencia y honradez con pistones, rines cromados y caballos de fuerza.

Hace algunos meses atrás, mientras me dirigía caminando a realizar algunas compras en un mercado campesino que se realiza una vez a la semana a poco más de un kilómetro de mí casa, fui amistosamente saludado por un ex colega (hace ya casi 20 años que no ejerzo el derecho), quien me preguntó si acaso mi vehículo estaba dañado, y ante mi respuesta de que estaba perfectamente bien se ofreció a llevarme porque no era “correcto” que a una persona como yo se le viera “a pie”.

Cuando le pedí que me explicara su aseveración me señaló que andar tanto “a pie” iba en contra del prestigio profesional que uno poseía o aspiraba poseer, que él prefería no salir cuando su automóvil lo utilizaba su esposa, quien gracias a Dios (fue su expresión), ya se había comprado uno exclusivamente para ella. Me ilustró que caminar (salvo en el estadio o en el gimnasio), era un “mal síntoma frente a su cartera de clientes. ¿Un Abogado sin vehículo? Era una duda que no se podía permitir frente a su potencial clientela.

En casi todas las áreas profesionales de nuestro modelo social la competencia profesional se mide en parte por el vehículo que la persona posea. A más nuevo, más lujoso, más costoso, más exclusivo, se entenderá que ese profesional es más brillante, más talentoso, más competente y quizás hasta más probo.

Absurda manera esta la de asimilar inteligencia y honradez con pistones, rines cromados y caballos de fuerza.

Y no solamente se da este tipo de percepción en el área de prestigio laboral, también en las relaciones amorosas, familiares, mercantiles y políticas el modelo de vehículo determina en alto grado el nivel de aceptación que se recibirá.

En la sociedad contemporánea nuestros niños y jóvenes son adoctrinados por los grandes medios de transmisión masiva de información y la industria publicitaria para crecer adorando el fetichismo de las mercancías, cosificando sus ilusiones, mercantilizando sus sueños: teléfonos celulares, ropa de marca, video juegos, dispositivos de almacenamiento de música, etc., y el trofeo final, quizás el más deseado, con el que se ha soñado desde la escuela, por lo que se estudia: ¡El Auto!, tenerlo equivale a la independencia, a la libertad, a la diversión, al amor, al sexo….a la felicidad plena.

Los automóviles se han convertido en el verdadero tótem de la vida contemporánea, a la vez que ícono de la insustentabilidad. Encarnan como ningún otro objeto, toda la simbología del poder, la mitología del ascenso social, la teología del consumo.

Todas las propagandas de autos invariablemente muestran a un conductor blanco y casi adolecente con una bella chica al lado (si el auto es un deportivo) o a un hombre blanco, entre treinta y cuarenta años con una familia perfectamente funcional (esposa y niño y niña que no gritan y van sentaditos sonriendo en silencio en los asientos de atrás) si el vehículo es familiar, conduciendo por una carretera libre de la presencia de otros autos, en la que los paisajes hermosos y libres de toda forma de contaminación invitan a la libertad y a la velocidad.

Pero la realidad es un poco más prosaica.

En el mundo circulan hoy en día más de setecientos millones de vehículos, y esa cifra no hace sino aumentar, previéndose que en el transcurso de los próximos diez años, con la incorporación creciente de la población india y china al mercado automotriz, se alcanzará y superará la cifra de ¡mil millones de autos!. Esta colosal masa de vehículos necesitará a su vez decenas de miles de kilómetros de vías asfaltadas, millones de puestos de estacionamiento en las ya saturadas ciudades y generará una, aun mayor, cantidad de gases de efecto invernadero, aceites usados y neumáticos de desecho.

Nuestras ciudades, grandes y pequeñas, y ahora también nuestros pueblos, han transformado su estructura física en función de que sus habitantes se trasladen (¿atasquen?) en automóvil.

La distancia que una persona común recorre en auto desde que se levanta a comprar el desayuno, llevar sus hijos al colegio, ir hasta su trabajo, pagar los servicios públicos, ir al banco, visitar familiares o amigos, es enorme.

El radio de acción de nuestra vida cotidiana se ha extendido, se ha desconcentrado y alejado de nuestro hogar a distancias inverosímiles. Un estilo de vida que por absurdo más que por insostenible pronto ha de cesar.

El automóvil, idealizado en nuestra sociedad contemporánea como el instrumento que modificó para siempre los tradicionales conceptos de espacio y tiempo, que en el imaginario popular permitió la libertad de movimiento, de traslado, hoy, merced a la saturación que hasta en los más pequeños pueblos sufren las vías de circulación, se ha convertido en una trampa. Una trampa que nos obliga a destinar buena parte de nuestros ingresos para pagarlo y mantenerlo. Una pequeña prisión en la que solemos pasar largos períodos de tiempo atrapados en atascos y colas interminables.

Somos seducidos por la publicidad que nos ofrece autos cada vez más potentes, más veloces, esto a despecho de que en las ciudades raramente se superan los 25 kilómetros por hora y el promedio de velocidad no llega a los 15 kilómetros por hora.

En las autopistas y circunvalaciones que fueron diseñadas para esquivar los congestionados centros de las ciudades, rodeando las periferias de las mismas se podía aumentar la velocidad a condición de aumentar a su vez la distancia a recorrer para llegar a nuestro destino final, pero la enorme proliferación de vehículos ha convertido en ilusoria esta posibilidad como lo demuestran los monumentales atascos que en las horas pico presentan autopistas de cualquier ciudad latinoamericana.

Estos cada vez más comunes embotellamientos aunados a la publicidad que ofrece velocidades, potencia y capacidad de aceleración cada vez mayores y la idealización de supuestos “deportes” como la fórmula 1, producen en algunos conductores (en Venezuela la gran mayoría), una especie de “síndrome de abstinencia de la velocidad” que explota cuando por fin entran a una carretera semidespejada o conducen en horas nocturnas donde el tráfico es menos denso; aquí aprovechan a dar rienda suelta a su forzada abstinencia de velocidad. No es extraño entonces que sea precisamente en carreteras nacionales y en horas de la noche cuando se presentan la mayoría de los accidentes mortales.

Si a esto agregamos que la ilusión de libertad, de poder, de alegría, de diversión, que la publicidad se ha encargado de asociar al automóvil también ha sido utilizada, de una u otra forma, para promocionar el alcohol, tenemos, sobre todo en los más jóvenes, los ingredientes de una ecuación mortal:

Testosterona + Alcohol + Gasolina= Desastre.

En el mundo, según cifras de la Organización Mundial de la Salud, un millón doscientas mil personas mueren y cincuenta millones sufren lesiones cada año como consecuencia de accidentes automovilísticos. Las cifras de muertes del sida, considerada la epidemia del siglo XXI, ni siquiera se le acercan, sin embargo muy pocas personas en el mundo consideran a las muertes e incapacidades producidas por la conducción de automóviles como un problema de salud pública.

A esto habría que añadirle que según un estudio realizado por el observatorio de riesgos del Instituto de Estudios de la Seguridad (IDES) de Cataluña, España, indicó que la contaminación causada por los automóviles ocasiona cinco veces más muertes que los propios accidentes, tesis ésta apuntalada por un estudio de la Agencia Europea de Medio Ambiente que en el año 2005 determinó que “se infravalora el impacto de la contaminación causada por los autos”.

Otro estudio de la Unión Europea sobre costes externos (externalidades) del transporte automovilístico (muertos, lesionados, gastos médicos, estrés del conductor, contaminación del aire, horas laborales perdidas, gases de efecto invernadero, contaminación paisajística, escasez de suelos urbanos y otros), señala que estos ocasionan pérdidas que superan el 8% del producto interno bruto comunitario. Más de 750.000 millones de euros al año. (Rebelión.org/noticias.Php?id=5730).

Ciudades latinoamericanas como Santiago de Chile, Ciudad de México y Sao Paulo sufren cíclicas crisis de contaminación atmosférica causada en gran medida por el enorme tráfico vehicular que soportan.

A nivel mundial son paradigmas de contaminación automotora ciudades como Los Ángeles, Bombay, El Cairo, Shangai y sobre todo Beijing, en donde por los altísimos niveles de contaminación atmosférica estuvieron a punto de ser suspendidas varias disciplinas de los juegos olímpicos que se efectuaron allí el pasado mes de agosto.

Conscientes de la creciente cantidad de tiempo que un conductor pasa encerrado en su vehículo, semi inmovilizado en atascos y embotellamientos, las corporaciones fabricantes de automóviles han comenzado a instalar en estos toda una serie de artilugios con que entretener su atención mientras esperan, tales como reproductores de Cd con pantalla de video incluida, navegadores GPS, teléfonos celulares y mini computadoras de control de las funciones del auto, elementos estos que se transforman en agentes de distracción y perturbación a los niveles de concentración necesarios para conducir correctamente cuando por fin se sale del atasco.

Los constructores de automóviles, fieles a la naturaleza del capitalismo que exige maximizar ganancias a costa de lo que sea, cada año invierten menos en seguridad y durabilidad y más en accesorios de lujo, potencia y publicidad, (que son los elementos que venden) trayendo como consecuencia una vida útil más corta de los vehículos, que en muchos casos implica también una vida más corta para sus conductores.

Los automóviles se fabrican para que no duren mucho porque las corporaciones automotrices saben perfectamente que la era del automóvil, es decir la era de la gasolina barata y abundante está llegando a su fin y desean exprimir al máximo el mercado.

La actual crisis de las tres grandes corporaciones estadounidenses fabricantes de vehículos (General Motors, Ford y Chrysler) marca el comienzo del fin de un tiempo, de una época. Estas corporaciones comenzaron a ser desplazadas, primero de los mercados mundiales y luego del mismo mercado estadounidense, por compañías europeas y japonesas que por razones estratégicas de posicionamiento mundial y ausencia de recursos energéticos en los mercados internos de sus países de origen, comenzaron muy temprano a producir vehículos compactos, económicos, duraderos y de poco consumo de combustible.

Los grandes y sofisticados vehículos rústicos de lujo (con oxímoron incluido), las grandes 4X4 que hoy parecen representar el símbolo de ascenso social de una clase media emergente (incluyendo aquí a una muy importante representación de la elite política chavista, que no revolucionaria) parecen ser el canto del cisne de la industria automovilística estadounidense. Detroit, incapaz de competir en las categorías de vehículos compactos, deportivos, familiares y de lujo con las corporaciones asiáticas y europeas (cuyo final es el mismo de las estadounidenses aunque quizás un poco más distante), se especializó en los últimos años en construir enormes y costosas unidades todoterreno, vendidas en nuestros países a una clase media citadina cuyas aventuras en la naturaleza no pasan de visitar los fines de semana algún resort playero 5 estrellas o acercarse hasta el estacionamiento de algún parque nacional cercano a su ciudad de residencia.

Capítulo aparte son los propietarios de estos mastodontes tragacombustible que se organizan en clubes de 4X4 para realizar rallys a campo traviesa (en Venezuela la organización Fun Race) devastando y contaminando ambientes no o muy poco intervenidos por la acción del hombre; estos clubes y competiciones son promovidos y en parte financiados por las compañías concesionarias de ventas de este tipo de vehículos todoterreno como una estrategia de mercadeo.

Aquí de nuevo se apela a la manipulación de las ideas clasistas y racistas profundamente sembradas en la conciencia de las personas que en este tipo de actividades participan. De entrada el propio costo de los vehículos necesarios para participar en este tipo de eventos (en Venezuela oscila entre 45.000 y 100.000 $) es prohibitivo y excluyente para la enorme mayoría de la población. Esta barrera económica levanta y afianza un muro clasista muy apreciado por las clases altas venezolanas en estos tiempos de democracia e igualitarismo que vive la patria de Bolívar. Por otra parte los escenarios naturales les permite dar rienda suelta a todo la potencia y velocidad de sus máquinas, sin colas o atascamientos, sin reglas ni ordenanzas prohibitivas, lo que de alguna manera les cumple la promesa de libertad, exclusividad y poder que la publicidad en su momento les había hecho. Todo ello a costa, claro está, de la destrucción y contaminación de paisajes y ecosistemas naturales.

El socialismo del siglo XXI que se intenta, o se proclama intentar construir en Venezuela, no se ha atrevido a plantear la insostenibilidad del modelo consumista del automóvil individual o no lo ha considerado un verdadero problema. Se ha seguido fomentando desde el gobierno al automóvil no como un medio de transporte necesario a la vida contemporánea sino como un símbolo de poder y clase social dentro de los esquemas del capitalismo consumista, individualista y derrochador.

La economía venezolana bendecida en los últimos diez años por elevados precios del petróleo (en buena medida consecuencia de las correctas y nacionalistas medidas de este gobierno dentro de la OPEP) y por un reformismo redistributivo que incluyó a millones de venezolanos dentro de los beneficios de la renta petrolera, aunado a una racionalización y mayor control por parte del Estado de la salvaje, especulativa y usurera actividad bancaria tal como y como funcionaba en la Venezuela pre Chávez, potenció la capacidad de ahorro y de pago de sectores de la clase media y trabajadora que les permitió hacer frente a los costos de adquirir un automóvil.

Esta bonanza económica, sumado a que en Venezuela la gasolina sigue manteniendo un precio absurda y simbólicamente bajo (alrededor de 0,12 centavos de dólar por litro) sigue promoviendo en forma inconmovible el ideal del vehículo individual como forma ideal de movilización y al transporte público (que el gobierno bolivariano ha atendido y potenciado como nunca antes en la historia de este país) como una especie de castigo, que los pobres que aun no han sido bendecidos con el divino heraldo de cuatro ruedas, deben padecer.

Según estadísticas de la Cámara Automotriz Venezolana, en la primera mitad de este año 2008 se vendieron en Venezuela 256.133 vehículos nuevos, calculándose que el total a vender en todo el año 2008 sobrepase el medio millón de unidades; un 54.2% más que el año 2007.

Es de hacer notar que esta cantidad de vehículos vendidos podría fácilmente aumentar porque le demanda sigue superando con mucho la capacidad de las empresas ensambladoras e importadoras de satisfacerla. En Venezuela el lapso normal de espera para la entrega de un automóvil nuevo, luego de pagada la cuota inicial, nunca es menor a seis meses y se puede prolongar más allá de un año durante el cual el cliente tiene que estar pagando las cuotas mensuales sin todavía haber recibido su vehículo.

Nuestras ciudades y comunidades seguirán perdiendo calidad de vida hasta que no se entienda que el modelo de transporte basado en el automóvil individual ha caducado.

La Revolución Bolivariana ha esbozado la idea de una profunda reorganización y reordenamiento del territorio en función del ser humano agrupado en comunidades. Hasta la fecha, la moderna ordenación del territorio en la mayoría de nuestros países se ha realizado en función del automóvil; inclusive, sistemas de transporte alternativos como el ferrocarril en el eje Puerto Cabello-Barquisimeto-Acarigua o el trolebús en la ciudad de Mérida se han diseñado como apéndices de la vialidad automovilística.

Como bien dice Ramón Folch en su brillante Diccionario de Socioecología: “La movilidad compulsiva en la que nos desenvolvemos tiene mucho de enfermizo, o por lo menos de respuesta desesperada a la -¡Oh paradoja!- deficiente ordenación territorial vigente. Nos movemos demasiado porque estamos mal ubicados sobre el territorio, y estamos en parte mal ubicados porque podemos movernos demasiado”.

El siglo XX fue el siglo en que gracias a la energía fósil los seres humanos pudimos movernos individualmente hacia donde quisimos ir.

¿Será el siglo XXI el siglo en donde gracias a la elevación de la conciencia social los seres humanos nos moveremos colectivamente hacia donde deberíamos ir? www.ecoportal.net

Joel Sangronis Padrón - Profesor UNERMB

miércoles, 22 de octubre de 2008






BARRO, BAMBÚ, HABITAT Y REVOLUCIÓN
A Farruco Sesto, porque
El hábitat también es un
Problema de cultura….

En los últimos 60 años los países del sur del mundo hemos incrementado significativamente nuestros índices demográficos. La mejoría en nuestras condiciones sociosanitarias han influido decisivamente para que nuestra población se multiplicara a un ritmo cada vez más acelerado.
Estos aumentos de la población se concentraron fundamentalmente en las principales ciudades de nuestros países, produciendo en pocas décadas un colapso en la capacidad de servicios de éstas y un déficit cada vez mayor en la oferta de vivienda y de terrenos donde construirlas.
En las décadas de los años 80 y 90 del siglo pasado la llegada al poder de gobiernos afines y sumisos a la ideología neoliberal y el enorme peso que la deuda externa impuso a las economías de nuestros países hizo que la problemática de la vivienda se agravara dramáticamente.
La construcción de viviendas e inclusive la planificación del urbanismo fueron abandonadas por los diferentes gobiernos, transfiriendo esta responsabilidad a la iniciativa privada y a la mano invisible del mercado, eufemismos con que en nuestros países se denomina a las monopólicas mafias de la construcción y a los gangsteriles negocios especulativos de la banca hipotecaria.
En Venezuela esta nefasta herencia aun no ha podido ser superada por los planes y desarrollos que en materia de vivienda y hábitat ha puesto en marcha la revolución bolivariana.
Es claro que en un mundo que entra en una crisis sin retorno del modelo de consumo de energía vigente en los últimos 100 años, la costosa producción de materiales para la construcción de viviendas e inclusive el diseño y conceptualización de las mismas tiene que ser revisado y redefinido.
La durabilidad de los materiales de construcción actuales se obtiene a costa de un muy elevado gasto de energía: 1000 grados centígrados para producir cemento portland, 1700 grados centígrados para obtener el acero que se utiliza en la construcción, altos costos en fletes, etc. Este alto consumo de energía sumado a diseños inapropiados, no adaptados a nuestras condiciones climáticas, culturales y económicas, más la visión por parte del sector financiero de la problemática de la vivienda como uno de los negocios más lucrativos, con índices de retorno del capital invertido más rápido y tasas de ganancia más elevadas, han convertido la adquisición de una vivienda en un sueño casi inalcanzable para millones de hombres y mujeres de nuestros pueblos; situación en la que también yo, por cierto, me encuentro.
Las situaciones antes descritas parecieran indicar la necesidad de que se exploren nuevas (pero también viejas e injustamente olvidadas) posibilidades referidas a la construcción de viviendas, entre las que hay que destacar el barro y el bambú como materias primas de la construcción.
El barro ha sido utilizado para construir viviendas desde la época de los primeros asentamientos humanos. Es un material abundante, económico y de notables cualidades físico-estructurales que el esnobismo y la colonización cultural nos ha hecho olvidar y despreciar.
El barro como material de construcción ha sido estigmatizado socialmente; se le asocia con pobreza y atraso; se le atribuye una supuesta fragilidad e inconsistencia que desmiente el hecho de que pirámides como la de Dahsur en Egipto, construida totalmente de barro hace ya más de 5.000 años, aun hoy se encuentra en un asombroso estado de conservación, lo mismo que la antigua ciudad de Cachan en el Perú, construida con barro hace aproximadamente 2.800 años, o largos trechos de la gran muralla china aun hoy en pie y funcional. También en el occidental estado de Falcón, su capital, Coro, declarada patrimonio histórico de la humanidad por la UNESCO, posee un casco histórico construido fundamentalmente de barro, en donde pueden verse majestuosas casas como la “casa de las ventanas de hierro”, pertenecientes a la familia Tellería, que aun después de 300 años sigue maravillando y admirando a quien tiene el placer de recorrer sus pasillos, patios y habitaciones.
Entre las muchas cualidades y ventajas del barro como material de construcción tenemos:
Los adobes de barro conducen poco el calor y actúan como equilibradores térmicos (absorben el calor del día y lo liberan poco a poco durante el frio de la noche y viceversa). Su capacidad de de aislamiento acústico es notable, y esta característica viene a ser de gran utilidad y beneficio a una sociedad golpeada por el estrés y por la cultura del ruido. El barro aísla de las radiaciones electromagnéticas, cosa que no hace el concreto. Es un material prácticamente incombustible, con un valor de ignición de F-180, esto significa que puede soportar el fuego durante 180 minutos sin arder.
Los muros y paredes hechos de adobes de barro son gruesos y su densidad es semejante a la del hormigón. Tiene una alta resistencia a los impactos y es totalmente ecológico y reciclable. Sus daños estructurales son fáciles de reparar y tanto el barro como la arcilla son protectores naturales en contra de hongos y bacterias, además de que como intercambian humedad con el exterior mantienen saludables niveles de humedad en el interior de las viviendas.
Hay que desechar la necia idea de que con barro sólo se pueden construir ranchos de bahareque; las señoriales mansiones de Coro y las fotografías de bellas casas de barro que en mi blog personal (joelsangronispadronblogspot.com) coloco, desmienten esta aseveración.
En países como EEUU, Francia, España, Argentina, Uruguay y Chile en los últimos años han visto un verdadero renacer de las construcciones de lujosas villas y hoteles 3 y 4 estrellas construidos con barro, que contradictoriamente con la percepción social que existe en nuestro país, sólo están al alcance de individuos de gran poder económico.
En la Cruz de Taratara, en plena sierra falconiana, relativamente cerca de la ciudad de Coro, funcionaba hasta hace algunos años atrás (ignoro si aun funciona) una “Escuela del Barro”, donde ancianos albañiles de la región enseñaban técnicas ancestrales de fabricación de adobes de barro y construcción de viviendas con ellos. También la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) a finales de los años 80 y principios de los 90 del pasado siglo, impulsó proyectos de construcción de viviendas (inclusive de dos plantas) utilizando el barro como principal materia prima.
Sólo utilizando materiales económicos, ecológicos y abundantes (como el barro), podrán los diferentes gobiernos de los países del mundo cubrir el déficit de más de 500 millones de viviendas que se calcula se necesitaran en el mundo en los próximos 20 años.
Si el barro es el material ideal para paredes y rellenos de un nuevo tipo de vivienda popular, el bambú lo es para estructuras interiores y soportes.
El bambú (conocido también en nuestro país como Guadua o Guauda), es una gramínea que alcanza una gran altura (30 metros) y que por su extraordinaria dureza, flexibilidad y resistencia ha sido llamada “el acero vegetal”.
Su relación peso-resistencia es tal que sólo es comparable con la obtenida por las aleaciones de metales de la era espacial. Increíblemente el bambú tiene una resistencia a la tracción de 40 Kp/mm2, superior a la de la madera (5 Kp/mm2) y a la del acero de construcción (37 Kp/mm2).
El arquitecto colombiano Simón Vélez se ha convertido en una celebridad mundial por sus vanguardistas construcciones con bambú, entre los que se cuentan puentes, viviendas e inclusive el pabellón ZERI (Zero Emissions Research and Initiatives) de la feria tecnológica de Hannover, Alemania, en el año 2.000, construido íntegramente con este material.
Este pabellón fue el más visitado por el público y en él se presentó la computadora portátil “Ecobook”, fabricada con bambú por la compañía Asus.
Entre las más emblemáticas construcciones hechas con bambú en América Latina se encuentra la catedral de Pereira, en el eje cafetero colombiano, zona de gran actividad sísmica, un peligro para el que la flexibilidad y resistencia de las construcciones en bambú presentan grandes ventajas porque como dice el mismo Vélez, “el bambú no es sismoresistente, es más bien sismoindiferente”.
El bambú puede utilizarse ventajosamente como materia prima para producir laminados, machimbrado, pisos, gabinetes, paneles, etc, con una resistencia, durabilidad y elegancia infinitamente superior al plástico y a otros tipos de madera más costosas y menos ecológicamente sustentables.
Los bosques de bambú son muy abundantes en Venezuela, Colombia, Ecuador y Centroamérica. Contribuyen a la regulación y mantenimiento de los cursos de agua y a la conservación de las cuencas hidrográficas. Esta planta es un gran fijador de dióxido de carbono, (uno de los gases que producen el efecto invernadero), porque al ser utilizada o transformada su madera no libera a la atmósfera el gas retenido.
Un bosque de bambú se regenera cada 5 años sin necesidad de replantarlo, lo que lo hace altamente sustentable como materia prima de la construcción, al contrario de especies como el Cedro (20 a 25 años) y el Roble (75 a 80 años).
Desde hace algunos años Colombia está importando maquinaria, tecnología y asistencia técnica de Taiwán para utilizar el bambú como material de construcción. Ahora que Venezuela mantiene excelentes relaciones con la República Popular de China sería deseable que indagáramos las múltiples posibilidades que esta planta presenta en todo lo referente a la construcción de viviendas y la milenaria experiencia que los chinos poseen en esta área.


Joel Sangronis Padrón
Profesor UNERMB

Joelsanp02@yahoo.com

lunes, 20 de octubre de 2008








Imperios, terrorismos y terroristas en la Historiapor Joel Sangronis Padrón(*) Tuesday, Oct. 10, 2006 at 11:40 AM
El terrorismo puede ser definido como la acción o acciones violentas llevadas a cabo por un individuo, un grupo, un movimiento político o un gobierno, en forma injusta e ilegal, en contra de una determinada población civil, con la finalidad de sembrar en ella el miedo o terror para así obtener sus fines políticos, militares o económicos.
El problema con esta o cualquier otra definición parecida radica en como determinar quien tiene el derecho a establecer, y bajo que parámetros, la calificación o la condición de justa o injusta, legal o ilegal, a una determinada acción. Por ejemplo: Estrellar un avión contra un edificio es injusto, ilegal y terrorista, pero bombardear una ciudad (Falulla) con un elemento absolutamente prohibido por la convención de Ginebra como lo es el fósforo blanco es justo, legal y civilizado. Secuestrar a dos soldados israelíes por parte de la resistencia palestina es un acto claramente terrorista según la visión de los gobiernos y agencias informativas occidentales, pero secuestrar a cientos de civiles sin derecho a la defensa, sometiéndolos a aislamiento y torturas físicas y psicológicas en Guantánamo y varias cárceles secretas en todo el mundo son acciones legales, legítimas y hasta dignas de aplauso y reconocimiento al realizarlas el gobierno de los EEUU. Esta doble moral no es nueva. A lo largo de la historia los imperios siempre han actuado de la misma forma. En los últimos dos mil años quienes detentaron el poder en el mundo siempre se arrogaron para si el derecho a anatemizar y criminalizar las acciones de quienes se resistieron y combatieron su poder y dominio. En la época antigua los romanos descalificaban a quienes se resistían a su poder imperial denominándolos “Bárbaros”. En el siglo I A.C el esclavo Espartaco encabezó una rebelión de esclavos que tuvo en jaque al poder imperial romano, pero lo que fue calificado por ellos como un alzamiento “terrorista” ha pasado a la historia como un movimiento precursor de la libertad en el mundo occidental. ¿Los apóstoles Pedro y Pablo no fueron acusados por Nerón de algo muy parecido al actual concepto de terrorismo? ¿No se les culpo de atentar contra la “Pax Romana?, ¿de ser promotores del incendio de Roma? ¿Considerarían los franceses de hoy en día que su héroe nacional Vercingetorix, gran caudillo de la resistencia gala frente a las legiones romanas con Julio César a la cabeza, es un terrorista histórico? Pues los líderes del imperio romano así lo consideraron y lo ejecutaron afrentosamente en el año 46 A.C. Y ya que estamos en tierras galas, Asterix y Obelix, personajes de historieta muy queridos desde mi niñez, ¿no estarán sembrando un peligroso ejemplo de terrorismo en las mentes de los niños que leen sus aventuras con esa manía de resistir hoy, mañana y siempre al imperio invasor? ¿Y que decir de Emilio Salgari? ¿No debería ser prohibidas y quemadas con transmisión directa de CNN las obras de un autor que hace una flagrante apología del terrorismo en “Sandokan El Tigre de La Malasia”? Un nativo semisalvaje, (para los anglosajones todo nativo siempre es semisalvaje), que osa alzarse en contra de su graciosa y serena majestad británica…¡y encima tiene el mal gusto de ganarle!. ¿Se puede olvidar acaso que en pleno siglo XX el imperio británico a través de su primer ministro Winston Churchill declaró terrorista a una de las figuras espirituales más grandes de la historia, El Mahatma Gandhi en su lucha por la independencia de la India? ¿La Resistencia francesa a la ocupación nazi en la segunda guerra mundial no fue acusada por estos de terroristas? Apenas cinco años después de concluida esta guerra, eran los franceses los que acusaban de terroristas a los patriotas argelinos que luchaban por su libertad. ¿Eran acaso terroristas los legendarios guerrilleros partisanos, rusos y yugoeslavos, que sembraron el miedo entre los invasores nazis? Más de treinta años estuvo ese gigante ético y espiritual que es Nelson Mandela preso en las mazmorras del régimen racista y nazi surafricano, acusado de terrorista por pedir y lucha por la libertad e igualdad de los surafricanos en su propia tierra sin que los gobiernos estadounidense o europeos movieran un dedo para lograr su liberación. ¿El gobierno mexicano, hoy tan sumiso y cipayo del imperio estadounidense, estaría de acuerdo en la calificación de bandido y bandolero (hoy terrorista) que el gobierno norteamericano le endilgó a Doroteo Arango (Pancho Villa) y de la invasión antiterrorista que el General Pershing hizo del territorio mexicano para capturarlo? El furercito Aznar y su aun peor sucesor dentro del neofranquismo español, Rajoy, ¿estarían de acuerdo en cambiar el nombre del famoso cuadro de Goya “Fusilamientos en el Prado” por el de “Fusilamientos de Terroristas”? porque hasta donde entiendo, los patriotas españoles que fueron fusilados por resistir a las tropas de ocupación francesas y que inmortalizó el maestro Goya en su obra en nada se diferencian de los patriotas iraquíes que hoy son acusados de terroristas por luchar y resistir contra el ejercito invasor anglosajón (que en su momento también contó con tropas españolas). ¿Que calificativo les daría hoy el imperio norteamericano y sus transnacionales de la información a figuras que encabezaron luchas populares en América Latina como Artigas, Morazán, Zapata, Hidalgo y Sandino si actuaran en este tiempo con los mismos métodos, los mismos ideales y las mismas banderas que en su momento enarbolaron? ¿Los acusarían de terroristas? Para finalizar, ¿no sería acusado de terrorista hoy nuestro Libertador Simón Bolívar por emitir su famoso Decreto de Guerra a Muerte? ¿No fue acusado de terrorista ayer, y sigue siéndolo hoy, por los mismos plumíferos cagatintas de la oligarquía, el General del Pueblo Soberano Ezequiel Zamora? Como vemos, la calificación de terroristas en la historia da mucho que pensar. (*)Profesor UNERMB Joelsanp02@yahoo.com